Lewis deja sobre la mesa una declaración que chocó contra mi
conciencia: a lo que yo llamo malo puede ser solo aquello que no me beneficie. Eso
es lo más natural. Desde siempre el ser humano ha buscado su propio beneficio.
Recuerdo una vez, hace varios años en época de lluvias en El
Salvador, mientras llevaba a mis hijas al colegio, y como es ya costumbre en
nuestras urbes, el tráfico colaboraba para la incomodidad. Mientras llovía a
cántaros me percaté que el vehículo en frente mío era un pick up y atrás iban
dos jóvenes estudiantes con los hombros encogidos tratando sin éxito de no
mojarse. En ese momento lo malo para mí era hacer algo por esos muchachos
porque no había, de ninguna manera, algún beneficio para mí. Sin embargo, hasta
el día de hoy no entiendo porque, en esos segundos que el tráfico vehicular
detiene todo, me bajé, corrí al vehículo de enfrente y les lancé a los
empapados jóvenes mi chaqueta. Regresé al carro más rápido de lo que me bajé y
cuando entré me pregunté ¿Y qué va a pasar con mi chaqueta? A los minutos me
resigné a darla por perdida.
Aunque en esa ocasión, para muchos, hice algo “bueno” pero hasta
el día de hoy resiento la pérdida de mi chaqueta lo cual, para mí, es malo.
Lo complicado es cuando las personas no están conscientes de
que pueden caer rápidamente en la manipulación al decir que algo es bueno
porque los beneficia y malo porque no. Especialmente aquellas que están en una posición
de liderazgo. Escribí algo similar en mi blog en esta publicación.
Algo que también es
importante mencionar, y lo hace C. S. Lewis, es que no hay solo 2 opciones,
bueno o malo. Estas solo son dos conceptos regidos por uno que no ni bueno ni
malo, algo que llamamos estándar. Ese
es el que decide qué es bueno y qué es malo. Y depende si aceptamos ese
estándar así será nuestro accionar.
Aunque la vergüenza me invade reconozco que muchas veces he
sido culpable de manipular los conceptos de lo que es bueno y malo.
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