¿Cuántas veces nos ha pasado que entramos a un lugar y no podemos evitar ver paredes sucias? Y nos preguntamos cómo es posible que las personas no se den cuenta de la suciedad que se va acumulando en las paredes.
Recuerdo que de niño mi papá continuamente nos regañaba porque pasábamos la mano por las paredes y por agarrarnos de las esquinas de las paredes para cruzar. También lo recuerdo que de tiempo en tiempo pasa pintando por donde habíamos pasado una y otra vez ensuciando.
Eso que pasa en todas las padres de toda casa promedio, donde se pinta una vez al año, ¡si mucho!, pasa en los liderazgos de las personas.
Con el tiempo vamos acostumbrándonos a las paredes sucias de nuestra gestión de liderazgo. Vemos como normal ciertas actitudes de nuestra parte que con el tiempo se hacen la regla general.
Paredes sucias.
Es normal para nosotros hacer las cosas del mismo modo porque así lo hemos hecho siempre. Es normal para nosotros esperar los mismos resultados porque esos hemos recibido desde hace mucho tiempo.
Paredes sucias.
A nuestros seguidores los tratamos igual porque así hemos tratado a todos y no vemos la necesidad de cambiar.
Paredes sucias.
Pero ¿cómo podemos identificar las padres sucias?
Se necesitan de ojos nuevos, alguien que no este manipulado por el ambiente, como nosotros. Es ahí donde entra la vulnerabilidad del liderazgo y se debe permitir a un tercero que llegue, observe y luego comente sobre lo que realmente esta sucediendo.
Ese alguien podrá ver esas paredes sucias que nosotros las vemos como normales.
El trato a los seguidores, si somos autoritarios, si somos micro-managers, etcétera.
Dejemos que de tiempo alguien de confianza entré a nuestro círculo y nos haga ver esas paredes sucias para poder generar los cambios que son tan necesarios.
¿Tienes paredes sucias?
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